lunes, 2 de noviembre de 2015

El primer día sin…

Algunos de vosotros, nada más leer el titulo y por la fecha en la que estamos, ya os habréis imaginado de lo que quiero hablar en esta entrada.

A medida que cumplimos años, vamos viendo morir a nuestros seres queridos y sabemos que es duro el entierro y los primeros días, pero también es duro el primer cumpleaños, la primera Navidad o la primera vez de cualquier día especial. Esto es el duelo, que puede durar un año hasta completar este ciclo vital de 365 días.
Pero no nos engañemos, el amor perdura siempre y, por lo tanto, también la ausencia que esa persona nos dejo. No olvidemos que esa persona amó a otras muchas, y todas ellas sufren su muerte. En este sentido, el dolor compartido siempre es terapéutico. Esa persona fue para otros padre o madre, esposo/a, abuelo/a, hermano/a...  Somos muchas personas en una a lo largo de nuestra vida.
No ocultemos a nuestros hijos la realidad de la muerte. Hay que explicarla pues ellos también se enfrentan al dolor por la pérdida, y a algo más difícil de controlar: el miedo a que papá o mamá también se mueran y ellos se queden solos. Quizá lo mejor es decirles que  lo normal es que las personas morimos cuando somos muy, muy, muy mayores. Creo que no es bueno decirles que enfermaron y se fueron al hospital, porque pueden entonces tener un miedo tremendo a que nos pongamos enfermos. Todas  estas sugerencias siempre dependen de la edad de nuestros hijos, ya que, a medida que van madurando, sí se les puede explicar cuál fue el motivo del fallecimiento. Si somos personas creyentes, rezar e  ir al cementerio nos puede ayudar a expresar lo que sentimos y a compartirlo con nuestros hijos.
En alguna ocasión, ya me habéis oído comentar que es importante expresar las emociones que sentimos, porque  nuestros hijos aprenden  observando lo que hacemos. Si queremos que ellos sean adultos competentes a nivel emocional, tienen que ver y conocer nuestras emociones. 
Es importante que recordemos a las personas a las que amamos, aunque ya no estén con nosotros, pues el amor es lo que nos constituye como personas y ese amor no muere nunca.

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