domingo, 25 de enero de 2015

Tabletas electrónicas


Llevo varios años observando como el uso de las tabletas electrónicas (tablets) influye en la educación de nuestros hijos. En un principio parecía que las tabletas mejoraban la concentración de los niños, lo cual no es del todo cierto; solo mejoran la atención en la tarea que están realizando en ese dispositivo porque les resulta tremendamente motivador pero, como contrapartida, empeoran la concentración general. También empeoran otra serie de capacidades como son:

  • La comprensión lectora, ya que al precisar de un manejo tan intuitivo, no necesitan leer ni siquiera las instrucciones.
  • La creatividad, porque les pueden hacer perder el juego simbólico y la capacidad de construir sus propios mundos.
  • La comunicación con los demás, porque como las actividades requieren una atención sostenida, los niños no atienden a lo que les rodea y, aunque los juegos en línea permiten jugar con otros, no es lo mismo que los juegos colectivos tradicionales con sus propias normas, habilidades y destrezas. En su mayoría son juegos competitivos y no cooperativos.
  • La memoria auditiva, ya que están sobre expuestos a estímulos visuales, por lo que el rendimiento en clase también disminuye. Además, si los utilizan antes de irse a dormir, puede retrasar el descanso y empeorar la calidad del sueño.

Estos son algunos de los problemas que veo en estos dispositivos. Confío que esta entrada nos ayude a reflexionar juntos sobre su uso o su abuso por parte de nuestros hijos. Es cierto que nos sacan de «apuros», por ejemplo en una sala de espera. Precisamente por ser tan altamente motivadores, podemos canjear su uso, como ya señalé en otra entrada, por minutos de lectura o de otra actividad que nos parezca interesante.

domingo, 18 de enero de 2015

¿Desde el amor o desde el miedo?

A principio de curso me comprometí con vosotros a comentar con más detalle la película Frozen, ya que me parecía que servía para una escuela de padres. Ese momento ha llegado, por lo que os comparto en esta entrada algunas de mis reflexiones sobre esta película

  • Muchas veces escucho que no queremos que se pongan a nuestros hijos «etiquetas» o que se les trate de forma diferente. Eso es lo que hacen los padres de Elsa: el poder de Elsa, como todo lo que nos hace diferentes, no es en potencia ni bueno ni malo. Por lo tanto, ante aquello que hace a nuestros hijos diferentes, ¿lo ocultamos o aprendemos con ellos a desarrollarlo al máximo?
  • El mayor error que comenten los padres de Elsa y Ana es educar desde el miedo. Un suceso que pudo ser trágico les cambia la vida para siempre. Convierten su vida en una fortaleza para proteger a su hija del daño que puede hacer, del daño que le pueden hacer por ser diferente.
  • Lo que le ocurre a uno de los miembros de la familia afecta a todos. El poder de Elsa afecta también a Ana, que es «condenada» a vivir en el aislamiento. Aunque ella no lo entiende, no se le puede explicar, porque es lo mejor para ella ¿Cuántas veces como padres hemos actuado así?  Pero lo más complicado para todos es saber cuándo realmente van a comprender lo que pasa, lo que les pasa. La decisión es bien difícil.
  • El futuro se hace día a día. Las decisiones que toman Elsa y Ana, cuando ya son adultas y tienen responsabilidades, son erróneas, y pueden llevarlas incluso a la muerte. Elsa busca la libertad que no tuvo de niña y Ana busca compañía para huir de la soledad. Quizá, cuando educamos, nos falta la perspectiva del tiempo: ¿cómo queremos que sean nuestros hijos cuando sean adultos? Tendremos que trabajar todos los días por este proyecto.
  • El pasado también cuenta. Lo que salva a las dos hermanas es el recuerdo del tiempo pasado, del amor que se tuvieron gracias a las risas, a los juegos y a lo cotidiano. Pero también les salva lo doloroso: la pérdida de los padres cuando todavía son unas niñas. Esto es lo que hacemos todos nosotros día a día con nuestros hijos, construimos un mundo emocional que les ayude a enfrentar su vida, para que tengan un baúl de emociones y recuerdos a los que recurrir.

Muchas más son las ideas que se me ocurren cuando veo esta película pero, fiel a mi estilo, no quiero alargarme más en esta entrada, para que  podáis leerla, reflexionar  y compartirla, si os parece interesante para otros.

lunes, 12 de enero de 2015

Hola, buenos días y adios

Hola, buenas noches y feliz Año Nuevo. El titulo de esta entrada ya os da una pista de aquello de lo que quiero hablaros: desde pequeños enseñamos a nuestros hijos a saludar y a despedirse. Cuando se despiden, los más pequeños lanzan besitos «que da gusto», mientras que los padres les miramos embelesados.

Pero los hijos van creciendo y se les olvida saludar y despedirse. Entran, como hubieran dicho cualquiera de mis abuelos, «como burros en cacharrería». Pero constato, con cierta tristeza, que se parece mucho a la conducta que observan en nosotros. Metidos en las prisas y en las preocupaciones diarias, a veces pasamos al lado de una persona y no somos capaces de desearle que tenga un buen día. Muchas veces nos justificamos con la excusa de que no la conocemos de nada, pero debemos recordar que educamos a nuestros hijos y que somos un modelo para ellos.

Ahora que está muy de moda el pensamiento positivo, parece que tenemos que tener siempre la sonrisa y la palabra perfecta, pero no es esto a lo que me refiero, más bien se trata de no perder «las buenas costumbres» y, en esto, los gestos cuentan mucho.

Podemos preguntarnos por qué son tan importantes las buenas costumbres, y la respuesta es que el ser humano es un ser social, que necesita de la ayuda de los otros para poder sobrevivir. Porque si nos paramos a pensarlo despacio: ¿podemos educar solos a nuestros hijos? Desde que nacen necesitan de nosotros pero, al mismo tiempo, los padres necesitamos de la ayuda de pediatras, familia, amigos, profesores, psicólogos,  entrenadores y monitores entre otros. Desde su nacimiento, hacemos un acto continúo de confianza en las personas, que seguramente no formulemos nunca de una forma tan clara pero, en el fondo, lo que estamos diciendo a la otra persona es: sé que vas a ofrecer lo mejor a mi hijo.

Con toda esta reflexión se entiende que digamos con sentido: «que tengas un buen año»; «que tengas un buen día»; «hasta luego»; «¿qué tal?»; porque deseamos lo mejor para las personas que cuidan de nuestros hijos.

Como decía al principio: un saludo a todos, buena semana y feliz año 2015.