domingo, 13 de noviembre de 2016

Desde la familia contra el acoso #CasNOalacoso

Hace unas horas he actualizado una entrada antigua llamada «No son cosas de niños» en la que hablaba sobre el acoso escolar. El acoso es un tema me preocupa, imagino que como a vosotros, desde hace tiempo. En esta entrada voy a abordar este tema desde una perspectiva nueva: la lucha contra el acoso desde la familia. 

Como padres no nos gustaría que nuestros hijos fueran acosados, pero la realidad es que si hay alguien que es acosado, es porque hay acosadores y también, por desgracia, testigos pasivos. A mí, como madre, no me gustaría que los tutores de mis hijos me dijeran que ellos acosan o han hecho la vida imposible a otros de sus compañeros. Me iría a casa pensando que, como familia, hay algo que no hemos hecho bien, y que la educación que les estamos dando en el hogar no es la correcta. Como madre tampoco me gusta que mis hijos sean testigos de hechos violentos, ni en la televisión, ni en la calle y, menos aún, en el colegio. Si somos sinceros no nos gustan ninguno de estos roles para nuestros hijos porque todos ellos implican vivir una situación de violencia.

Combatir las actitudes violentas es cosa de todos. En verano se convirtió en fenómeno viral un texto que pretendía justificar porque no había que enseñar a los niños a compartir. Uno de los argumentos  que se utilizaba era que si nuestro hijo había llegado el primero al columpio, por qué no podía disfrutar de él todo el tiempo que quisiera, aunque hubiera otros niños que también estuvieran esperando jugar con el. Este texto no me gustó porque pensé que, en el fondo, fomenta el valor de los primeros, de los más rápidos, de los más «listillos» y de los más fuertes y excluye al que llega tarde y al que no es tan hábil.

El acoso y la violencia es cosa de todos. Es trabajar por la igualdad. Es la cultura de la paz. Es el respeto a las diferencias. Todas estas actitudes se educan tanto en casa, como en el colegio o en el parque. En esta sociedad todos sumamos, porque si no es así, el caldo de cultivo para la violencia esta asegurado.

En el colegio hemos comenzado una quincena contra el acoso escolar, que esperamos nos sirva para reflexionar, para trabajar entre todos y para educar mejor, y de esta forma evitar todas estas lacras de la sociedad, que tienen en su trasfondo
la cultura de la violencia.

sábado, 12 de noviembre de 2016

No son cosas de niños


En esta entrada voy abordar un tema, tristemente, de actualidad: el acoso escolar. He leído y escuchado muchas formas de abordar el tema, pero la mayoría de ellas no proporciona a los padres ni pautas ni criterios para identificarlo y poder solucionarlo.

En mi opinión, «acoso» es una palabra muy seria, porque implica conductas que dañan seriamente la salud física y/o mental de otra persona. Además, el acoso implica intencionalidad  y persistencia en el daño. No olvidemos que en el acoso participan muchos actores que tienen roles diferentes: el acosador, el acosado, los compañeros que son testigos de estas conductas y, por supuesto, los profesores, los educadores y los padres. Es importante que tengamos en cuenta que nuestros hijos o sus amigos pueden estar desempeñando alguno de estos roles en algún proceso de acoso. El acoso se da entre iguales, entre personas de la misma edad. Este matiz lo diferencia de otra realidad, que es el abuso, que tiene también consecuencias muy dañinas para las víctimas que lo padecen.

No voy a detenerme a detallar las características más comunes del acosador y del acosado, porque ya circulan muchas en distintos medios, y porque tampoco estas listas nos ayudan a los padres a prevenir y detectar estas conductas. Una de las características que más se repite es que no quieren ir al colegio. Esta señal, aun siendo importante, es menos determinante que otras como son que cambién de humor, que tengan alteraciones en el sueño o en la alimentación, aumentando o perdiendo el apetito, que se vuelven reservados, que no quieran hacer actividades en su tiempo libre, que tengan un repentino cambio en su rendimiento escolar, e incluso que aparezcan en ellos conductas agresivas que, o bien no tenían, o que aumentan en frecuencia y grado, como chillidos, golpes a objetos, malas contestaciones entre otras.

Si nuestro hijo nos comenta que en el colegio está sucediendo algún episodio de acoso, lo que deberíamos hacer es escuchar todo el relato con paciencia y hasta el final, no incitándole a la violencia,  pero sí a que lo cuente también a algún profesor, preferentemente su tutor. Por otra parte, nosotros deberíamos contar el episodio al tutor de nuestro hijo. Los profesores observaran a todos los implicados, y actuarán de acuerdo al régimen interno de convivencia del centro. No debemos dejar que el asunto se agrave. Como en otros muchos aspecto de la vida, la prevención y la detección precoz es clave para un buen desarrollo psicoafectivo. Es importante que todos los miembros de la comunidad educativa nos impliquemos en el problema del acoso escolar, y si nuestros hijos están participando en él, aunque sea como observadores, ya están sufriendo una exposición a un tipo de violencia que no les beneficia.

Las relaciones familiares en el hogar son el primer modelo que ellos tienen de convivencia sana y madura. Debemos por ello cuidar qué tipo de frases y con qué tono nos expresamos en casa, y cómo corregimos nuestros errores. También es positivo que sean testigos de que nos pedimos perdón cuando cometemos errores, y que el diálogo es la forma de solucionar todos los conflictos.

Espero que esta entrada os haya ayudado. Yo, como madre, profesora y psicóloga, estoy especialmente sensibilizada, y me parece vital la estrecha colaboración entre la familia y el colegio: cualquier aspecto que nos parezca importante debemos comentarlo.